I have been appalled by the events in Ferguson, Missouri.
Not only was I disappointed by the verdict exonerating the police officer who
killed an unarmed 18-year old African-American male, Michael Brown; I was dismayed by the rampant violence that
has wreaked havoc in that community.
There have been riots, violence, and ignorance on both sides
of the imbroglio that has rampaged through the once oblivious peacefulness of a
community that no one knew about until August 2014.
In the past the past the police hid behind the shroud of
public indifference; now they are hiding behind their shields and badges amidst
a pointed flurry of righteous fury directed their way. Despite it all, there
has been progress. In 1955 14-year-old Emmett Till, was kidnapped from his
uncle’s home in Chicago, Illinois and brutally murdered for the simple reason
that he whistled at a young white girl. The perpetrators were never apprehended
and there was no reaction of disgust or anger at the horrific murder. I don’t
condone violence, but it is good to see the public expression of rage at
happened to Michael Brown. No such reaction took place in 1955.
However, Cuban poet Nicolás Guillén noticed and he wrote a
powerful poem (in 1958), which I post below.
Elegía a Emmet Till
En norteamerica,
la Rosa de los Vientos
tiene el pétalo sur
rojo de sangre.
El Mississippi pasa
¡oh Viejo río hermano
de los negros!
con las venas abiertas
en el agua,
el Mississippi cuanda
pasa.
Suspira su ancho pecho
y en su guitarra
bárbara, el Mississippi cuando pasa
llora con duras
lágrimas.
El Mississippi pasa
y mira el Mississippi
cuando pasa
árboles silenciosos
de donde cuelgan gritos
ya maduros,
el Mississippi cuando
pasa
y mira el Mississippi
cuando pasa
cruces de fuego
amenazante,
el Mississippi cuando
pasa,
y hombres de miedo y
alarido
el Mississippi cuando
pasa,
y la nocturna hoguera
a cuya luz cannibal
danzan los hombres
blancos,
y la nocturna hoguera
con un eterno negro
ardiendo,
un negro sujetándose
envuelto en humo el
vientre desprendido,
los intestines húmedos,
el perseguido sexo
allá en el Sur
alcoholico,
allá en el Sur de
afrenta y látigo,
el Mississippi cuando
pasa.
Ahora ¡oh Mississippi,
oh viejo río hermano de
los negros!
ahora un niño frágil,
pequeña flor de tus
riberas,
no raíz todavia de tus
árboles,
no tronco de tus
bisques,
no piedra de tu lecho,
no caiman de tus aguas:
un niño apenas,
un niños muerto,
asesinado y solo,
negro.
Un niño con su trampo,
con sus amigos con su
barrio;
con su camisa de
domingo,
con su billete para el
cine,
con su pupitre y su
pizarra,
con su pomo de tinta,
con su guante de
beísbol,
con su programa de
boxeo,
con su retrato de
Lincoln,
con su bandera
norteamericana,
negro.
Un niño negro asesinado
y solo,
que una rosa de amor
arrojó al paso de una
niña blanca.
¡Oh viejo Mississippi,
Oh rey, oh río profundo
manto!
Detén aquí tu
procession de espumas,
Tu azul canoza de
tracción oceánica:
mira este cuerpo leve,
ángel adolescente que
llevaba
no bien cerradas las
cicatrices en los hombres
donde tuvo las alas;
mira este rostro de
perfíl ausente,
deshecho a piedra y
piedra,
a plomo y piedra,
a insult y piedra;
mira este abierto
pecho,
la sangre Antigua ya de
duro coágulo.
Ven y en la noche iluminada
por una luna de
catastrophe,
la lenta noche de los
negros
con sus fosforescencias
subterráneas,
ven y en la noche
iluminada,
dime tú, Mississippi,
si podrás contemplar
con ojos de agua ciega
y brazos de titan
indiferente,
este luto, este crimen,
este mínimo muerto sin
venganza,
este cadaver colossal y
puro:
veny en la noche
iluminada
tú, cargado de puños y
de pájaros,
de sueños y metales,
ven y en la noche
iluminada
oh viejo río hermano de
los negros,
ven y en la noche
iluminada,
ven y en la noche
iluminada,
dime tú, Mississippi…
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